Pam
domingo, 11 de diciembre de 2011
Live.
A lo largo de mi experiencia y las cosas que he vivido me di cuenta que a las etapas hay que vivirlas, hay que pasarlas, sufrirlas y cambiar de página. Me resultaba imposible superar una etapa de mi vida en la que decidí quedarme atascada. Cuando te diste cuenta ¡boom!: dejaste un año atrás. Un año en el que pudiste haber hecho miles de cosas que no hiciste. Un año aislada en tu propia memoria, en tus recuerdos. Un año desperdiciado. Es ahí cuando te das cuenta que la vida es una sola y hay que vivirla cueste lo que cueste. Aunque todavía tengas raspones en las rodillas y en los brazos de la última caída y tengas miedo de caer otra vez, y otra vez y otra vez. Hay que tener en claro que en cada uno de nosotros hay una fuerza, que no sabemos que tenemos hasta el momento en que la necesitamos. Y nos terminamos levantando, arrepentidos de haber perdido tanto tiempo. Es ahí cuando nos damos cuenta también que hay que apreciar todo lo que nos rodea. La familia, los amigos, las mascotas, las cosas que tenemos que nos hacen felices y que por encerrarnos no las tenemos en cuenta. Yo me pregunto ahora ¿De qué sirve estar tan triste? Merecemos la felicidad y la merecemos hoy, porque mañana puede que no llegue. Entonces hoy sé que no tengo que postergar las risas, las charlas con seres queridos, las visitas, los viajes, las salidas, los paseos, las películas, los libros, la música, el aire, respirar, correr, sentir sangre correr por las venas. Tenemos que dejar atrás los miedos, vivir al máximo, porque yo sé que tenemos una vida por delante y no hay nada que perder.
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