- No es justo - le dije -. Es una injusticia de mierda.
- El mundo no es una fábrica de conceder deseos - me respondió.
Y de pronto se derrumbó, solo un momento, y su llanto rugió de impotencia como un trueno que no ha estado precedido por un relámpago, con la terrible ferocidad que los que no conocen el sufrimiento podrían confundir con la debilidad. Tiró de mí hasta que nuestras caras casi se rozaron.
- Lucharé. Lucharé por ti. No te preocupes por mí, Hazel Grace. Estoy bien. Encontraré la manera de aguantar y seguir dandote lata mucho tiempo.
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- Lo siento - añadió - Todo irá bien. Para ti y para mí. Lo prometo.
Y esbozó su sonrisa torcida.
Me besó en la frente y sentí que su poderoso pecho se desinflaba un poco.
- En fin, supongo que cometí una hamartía.
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